viernes, 20 de abril de 2012

Crónicas del Savoy - 26 (temporada 2011 - 2012)

Viernes 20 de abril de 2012

Creo recordar que fue la cantante Kitty Davis quien una madrugada en el Savoy me confesó que los hombres más interesantes de su vida habían sido también los menos recomendables. Acababa de llegar al Savoy procedente de Topeka, Kansas, al final de un aburrido viaje por lugares monótonos en los que, según ella, incluso los negros eran de la misma raza que los blancos. Me dijo Kitty: “Me trajo en coche un tipo peligroso que incluso se estremecía al mirarse en el espejo. Llevaba un secreto en cada palabra y una pistola en la guantera. Había en aquel tipo algo que me daba miedo y al mismo tiempo me atraía. Comprendí entonces que la escritora Kate Sinclair escribiese que “aunque resulte inmoral pensarlo, lo cierto es que lo que hace tan atractivos a algunos hombres embusteros es la sensación de que incluso cuando te abrazan es como si fuesen a besarte a tus espaldas”. ¡Que gran verdad, Al! Al quedar viuda, mi madre se casó con un tipo poco recomendable y creo que fue feliz. Mi madre me contó que la noche de bodas aquel tipo fue tan apasionado, y tan competitivo, como si estuviese consumando con ella el matrimonio de otro hombre”.
La historia de Kitty Davis me recordó una larga conversación con mi querida Kate Sinclair en su casa de la playa. Hablábamos sobre la odiosa rutina de la decencia y me dijo ella: “Hay hombres que te enamoran pero luego te decepcionan porque no tienen garra y cierran los ojos al afeitarse. Habría dado lo que fuese porque un hombre me partiese el corazón si al mismo tiempo me ayudase con un revolcón a romper la cama. No soporto a los hombres que parpadean con los disparos y son menos masculinos que sus madres. Estoy harta de mi decencia, Al. Siempre quise que me mirase con malicia un hombre en el que pareciese que incluso son robados sus ojos. Por eso admiro a las mujeres que pasan por el Savoy. Me dan envidia. Incluso la ingenua Terry Shelton tiene algo turbio que contar. Contigo puedo sincerarme, Al. Por eso te digo que habría cambiado mi éxito literario por el fracaso sentimental de cualquiera de esas mujeres. Te lo digo, amigo mío, porque en ese caso habría conocido a un hombre rudo y peligroso que me hiciese temblar de emoción, de placer y de miedo… uno de esos hombres erráticos, lascivos y culposos que hasta parece que te besan con una boca que tuviese los labios de Dios, el aliento de un abanico y la lengua de un perro”.

Más audios en Onda Cero

No hay comentarios:

Publicar un comentario